El tiempo, mi vida

El tiempo y la vida son dos planos que discurren en paralelo, como es obvio.

No pueden entenderse el uno sin el otro. El paso del tiempo conlleva las propias vivencias. Y el mero hecho de dejar pasar el tiempo nos hace ir cambiando, aunque seamos meros expectadores.

No podemos decir que no viviremos porque será entonces cuando más seamos conscientes de justo eso, de la vida. Si eso es así, nos convertiremos en unos pobres espectadores de una película cuyo único argumento es nuestro propio envejecimiento.

Nos es imposible fingir que el paso del tiempo no nos afecta, o negarnos a creer que nosotros seguimos siendo los mismos de hace tiempo atrás.Al fin y al cabo, somos seres cambiantes. No somos estáticos ni impasibles. No podemos sentarnos simplemente a ver el tiempo pasar.

Porque eso, en realidad, es también vivir. Sentarnos, contemplar… Dedicarnos a esperar. A que, como todo en la vida, llegue ese momento.

Nunca perdemos el tiempo. Lo invertimos. Esperamos, nos sentamos a descansar, reflexionamos, nos nutrimos de nosotros mismos.

En esto la vida sigue. No espera. Y surgen nuevas oportunidades, nuevas vivencias. Vamos y venimos en una constante, a veces más rápido, otras más pausadas. Y en el camino nos escuchamos a nosotros mismos, nos vemos crecer, nos vemos sentir, nos vemos cambiar.

Al final, nos queda aceptar lo que la vida nos permite vivir. Lo bueno y lo malo. Y con quien decidimos usar nuestro tiempo, que al final es nuestra vida también.

Que acto de generosidad.

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